Comentarios desde la cama

¿Recuerdan lo que les había
dicho del fin de semana? Bue—
no, pues no podía haber ido
mejor. Hasta me arriesgaría a
decir que fue el mejor fin de
semana de los últimos dos me-
ses. Y digo de los últimos
dos, pues mientras estuve con
Peter viví muchos que me de—
jaron enloquecida. Sobre todo
los del principio, ya que el
inglesito estaba con todo y
cumplía a las mil maravillas.
Pero volviendo a mi nuevo
amiguito, aunque lo de nuevo
es por lo de la cama, pues él
es un viejo conocido que an-
duvo detrás de mis encantos
en numerosas oportunidades.
No me quiero extender mucho
en esto, pero quiero decirles
que la dulce Manuela otra vez
está viviendo los cálidos mo—
mentos que sólo brinda el
amor. Por lo tanto, estoy muy
feliz. Y eso que tuve que en—
frentarme con varios vecinos
que se quejaron, pero lo hice
con alegría y hasta los conven—
cí de que mis jueguitos son
inocentes. Conclusión: hay
varios de ellos que están espe—
rando que los invite a compar-
tir mis momentos de esparci-
miento. No hay nada mejor
que andar bien con los veci—
nos. Más aún cuando hay uno
de ellos que está muy bien y
que la puede consolar a una
en esas noches solitarias o de
citas fracasadas. Todo sea por
la buena convivencia.
    
Hablando de convivencia.
Ayer noche vi al cachondisimo
Luis Cantero muy enojado.
Se enfrentó con cinco señori-
tas que le hicieron una gran
cantidad de preguntas que en
más de una oportunidad hicie—
ron que el bueno de Luis no
supiera qué responder. Ya ve-
rán el reportaje que, si no me
equivoco, se publicará la
próxima semana. Entre las ni-
ñas hubo más de una que te-
nía ganas de asesinarlo acu-
sándolo de hacer de la mujer
un objeto sexual. Pero como
con Luis no se puede, se tu—
vieron que quedar calladas.
El tío les explicó que su sueño
es llegar a ser el hombre obje—
to. Con eso les tapó la boca
a todas. Y después, para ter—
minar y desatar la ira de las
presentes, les pidió si les rega—
laban sus bragas para su co—
iección privada. Esto no sólo
las encolerizó a ellas sino que
hizo que yo misma me enfada—
ra como nunca, pero por otro
motivo. A mi jamás me las
pidió. Y eso que yo estoy
dispuesta a dárselas en priva-
do () delante del mismísimo
José Maria Iñigo, en su pro—
grama “Esta noche… Fies-
ta”. Pero así están las cosas
y yo no voy a ir a dárselas si
él no me las pide. Me confor—
maré con los amiguetes que
tengo, que para eso una se ha
pasado la vida coleccionando
buenas amistades. ¡Ah!, les
cuento algo sensacional. Por
primera vez en mi vida se ha
hablado de mi en un diario
deportivo. Si, como lo leen.
El “4—2-4” me ha dedicado
unas líneas como respuesta a
un comentario que hice sema-
nas atrás, reñriéndome al fút-
bol, pero sin mala intención.
Yo— les habia dicho que ningún
hombre me habia dejado nun—
ca por leer el “4—2—4” y les
aseguro que es absolutamente
cierto. Nunca me han dejado.
Lo leemos en la cama luego   
de algún momento de lujuria.
És que a mi el fútbol me exci-
ta muchisimo y me excitan
mucho más los jugadores de
fútbol. Eso de andar corrien-
do detrás de una pelota tiene
gran encanto para mi. Pero
como el cuerpo no me da para
ello, me conformo con jugar al
ping-pong de vez en cuando.
De todos modos me ha ale—
grado mucho que un diario
deportivo se haya acordado de
mi, pues, aunque en otro cam—
po ——-la cama—, yo también
soy una deportista. y de las
mejorcitas.
Hablando de otra cosa y
para cortar los rumores que
andan circulando por ahi,
quiero aclarar que no tengo
nada que ver con “La asocia—
ción de mujeres separadas”
que ha sido aprobada en Viz—
caya. Según dicen. hay
360000 matrimonios separa— 5
dos en nuestro pais. y como ¿%
nunca faltan los mal pensados,
se ha comenzado a decir que;
yo soy la causante de muchas
de esas separaciones. ¡Menti—
ras! Son todas mentiras de las
más baratas. Son rumores que
han desatado mis enemigos
—amantes caídos en desgra—
cra— para pejudicarme. Por
suerte, el director de la revista
no se deja llevar por el cotilleo
y me sigue dejando esta pági-
na para expresarme. Después
de todo, una tiene derecho a
decir lo que piensa. Que que-
de bien claro, jamás le he qui-
tado su marido a nadie. Son
ellos los que vienen solos y
sin que yo los llame.
Y una no tiene nada que
ver. No va a andar preguntan—
do a su amante de turno si es
casado o no. Lo que si quie—
ro dejar en claro es que yo no
quiero vivir con nadie, pues
solita estoy mejor. Por eso
no se puede hablar de robo.
En todo caso tomo un marido
prestado de vez en cuando.
Pero sólo por un par de ho—
ras. Y nada más. Hasta la
semana próxima.

Publicado en la revista Lib el octubre de 1977

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