TACITURNO, BENEFICO Y TERRIBLE DON LUIS BUÑUEL

TACITURNO, BENÉFICO Y TERRIBLE
DON LUIS BUÑUEL
La pacifica violencia de un burgués



— El plató está sumido en un silencio pesa-
do, irreal. En un rincón, sentados, Delphine
Seyrig y Jean-Pierre Cassel están esperan-
do a Bulle Ogier sin hacer el menor gesto.
Una voz casi indiferente ordena:
 —¡Motor!
Una cámara panavisión con video, prácti-
camente jamás utilizada en Francia. empieza
a funcionar.
En la luz violenta de los reflectores, una
¡mujer, estrictamente vestida según las nor—
mas de una elegancia anticuada, se está
desplazando lentamente, contando los milí-
metros entre las dos marcas hechas con
tiza en el suelo del plató. En seguida la
misma voz pide con el mismo tono:
—¡Sra. Chabrol. le ruego que vuelva a ha—
cer este movimiento un poco más de prisa!
¡Gracias. Motor!
La Sra. Chabrol disimula una sonrisa a duras
penas. Nadie llama así a Stéphane Audran. Na-
die, excepto Luis Buñuel. Pues el marido de
Stéphane Audran siendo Claude Chabrol, el vie-
jo director de cine español no concibe que se
le llame de otra forma. Cortesía extrema por
su parte. Pero también, una preocupación cons-
tante, enfermiza, por respetar en todo momen—
to, los buenos modales. Preocupación eminente—
mente burguesa. Personalmente, la cosa me pa—
rece evidente. Porque don Luis Buñuel ——cuánta
importancia le da secretamente a este Don que
hace de él en España alguien que pertenece a
una clase algo superior— este hombre que
desde hace tantos años hace de la burguesía
internacional el blanco preferido de sus sar-
.casmos cinematográficos —sarcasmos que son
parientes pobres y un poco cobardes del oído—
este hombre es ante todo y en el fondo, un
burgués. Y esto por su nacimiento, y sobre
todo, por sus obsesiones.
En Georgia, bajo la dominación de los Zares
—como todo el mundo sabe—- cualquier hombre
propietario de un poco de tierra y unas cabras
era príncipe. En España, en la época en que
nació Luis Buñuel, un hombre que comía ca-
liente dos veces al día era considerado como
un burgués por los que se morían de hambre.
Era el caso de Luis Buñuel desde tres genera-
ciones.

EL SOLITARIO DE -CALANDA
La cuna de la familia se encuentra en Calan-
da, en el Bajo Aragón, no muy lejos de Teruel,
la ciudad-mártir que se arrebataron las tropas
de unos y otros durante la guerra civil de 1936.
Calanda es un calor inaguantable en verano
———los perros se mueren al_atravesar las calles—-
y un frío increíble en invierno cuando la lluvia
se hace hielo antes de alcanzar el suelo. En
Calanda el vino es espeso, los hombres tacitur-
nos, las mujeres más duras que sus maridos.
En Calanda los niños son como unos viejos que
no saben sonreír. Calanda es un mundo sin
flores ni canciones, la vida allí es una per-
petua lucha contra la muerte, a cada instante.
Don Luis Buñuel es misógino, es solitario. Es un
hombre de Calanda. Nada más.
Tiene también el físico de un hombre de Ca-
landa. Un rostro característico, como tienen a
menudo en España los obispos y los guardias
civiles. Tiene el cráneo irregular, el pelo escaso.
la nariz sin forma determinada, la oreja inmen-
sa. Pero el ojo... El ojo es oscuro y claro a la
vez, de fuego y de hielo, móvil y muerto.“
Hay que añadir a esto que Buñuel está sordo,
y es un maravilloso pretexto para Don Luis. Le
permite ignorar a las personas que le aburren,
es decir la mayoría.
El primer Buñuel que conocemos era el abuelo
del director de cine. Era un campesino que mu-
rió de tanto trabajar a finales del siglo pasado.
Tuvo dos hijos. El primero, sin interés. Era far-
macéutico—un farmacéutico poco serio—- ya que
murió en 1908 víctima del cólera. Leonardo, su
hermano menor, sobrevivió y tuvo siete hijos, de
los cuales Luis, nacido en 1900, fue el primero.
El padre de Don Luis era el típico burgués
medio de su época. Tenía los vicios y las vir—
tudes de su clase. Virtudes que no valen hoy
en día por lo sólidas y monótonas que eran.
Pero sus vicios eran graciosos: tenía el amor
—más bien la mania—- por la justicia y la li-
bertad. Se casó con una señora distinguida y
muy bella, nacida en una familia burguesa algo
superior a la de su marido. Los Portolés eran
propietarios de su casa en Huesca desde hacía
más de un siglo. Leonardo, después de haber
luchado contra los americanos en Cuba, se en-
contró al final de la guerra, ocupando el puesto
de industrial. La palabra industrial suena mejor
que propietario de una ferretería. Instalado en su
fábrica, los demás le llamaron naturalmente
Don Leonardo. En el fondo le halagaba. Ya tenía
este gusto tan ibérico por la discriminación.
Pues el -Don» en España confiere Iacalidad im-
precisa de uhidalgo» —contracción de hijo de
— algo—— por contraste a los demás, hijos de nada.

VIOLENCIA IMAGINATIVA
De esta burguesía atacada por todas partes,
pero in0ansable, Luis Buñuel hará su víctima, su
caballo de batalla. De esta fuente sacará sola-
mente lo negativo, lo cómico, grotesco, ridículo.
Como la mayor parte de los españoles que
han sido educados en una moral estricta, Luis
Buñuel perdió la fe muy joven. Niño lúcido,
fue impresionado —traumatizado si se prefie—
re-—— por la manera sutil en que los profesores
de su Colegio -plañificaban» la vida interior
de sus alumnos. Nos inculcaban una gran devo—
ción hacia la Virgen —dixit Buñuel— y así evitá—
bamos los peligros de los burdeles. Niño sano,
Buñuel se rebela contra los padres. Más tarde,
hombre mormal» ———en España, ¡qué hazaña!—
se rebela contra la religión conservadora. Oue-
daba Dios. “Creo haber resuelto mi problema
con Dios desde hace mucho tiempo» le gusta
decir. ¿De qué manera? Buñuel no lo explica.
Pero para él ——igual que para Fellini, este otro
gran disidente—— la religión sigue siendo, con
la burguesía y el Ejército la obsesión principal
de una obra vieja de cuarenta y cinco años. Una
obsesión puramente intelectual, siempre trata—
da sin violencia aparente. *
——No soy, física-mente, un violento, dice, pero
imagino los cosas con violencia».
. Para Buñuel. imaginar es hacer cine. La vio-
lencia banal ——los insultos, los golpes— no le
interesa a Buñuel. Como buen español, Buñuel
sabe que el ridiculo —-—su arma favorita— mata
más seguramente que una ráfaga de ametra-
lladora. El único odio visceral, profundo, que
“siente con voluptuosidad, Buñuel lo reserva a
todo aquello que va contra la naturaleza, contra
el orden.
Pero a veces el orden, ya sea de izquierda
o derecha, engendra siempre el espíritu bur-
gués. el espíritu conservador. El pasado. El
inmovilismo. La nada. Y Buñuel, pequeño bur-
gués de nacimiento, pequeño burgués a menu-
do por sus gustos. grita muy alto su admiración-
por la libertad. Admiración templada por una
amarga lucidez.
-—La libertad es admirable, desgraciadamente,
impracticable.
¿Qué tipo de cine habría hecho Buñuel, hom—
bre del Este? Una frase de él nos da la con-
testación:
——La burguesía está en mi campo más que
el proletariado.
Sin víctima, quizá no hubiese habido verdugo.

PELICULAS PARA VER
A las nueve en punto. Buñuel llega al plató.
Con una mirada —se da la vuelta lentamente
para asegurarse de que todo está dispuesto—
comprueba que los actores están en su sitio.
En cuanto aparece, las conversaciones se pa-
ran. Los actores, hombre y mujeres. se quedan
inmóviles y silenciosos. Parecen unos alumnos
frente al maestro. Unos colegiales extrañamen-
te confusos. Buñuel los saluda a todos juntos,
de una sola vez. El primer ayudante está aquí,
con un bloc y un lápiz en la mano. Buñuel con-
versa con él en voz baja. Al dejarle. se encuen-
tra con el fotógrafo Yves Manciet que viene a
trabajar por primera vez en el plató. A Buñuel
no le gustan los periodistas. Los fotógrafos.
menos. Pero Don Luis nunca se olvida de los
buenos modales y se limita a advertirle:
-—No le va a divertir mucho esta película, Se-
ñor. En ella, no sucede nada. Hay gente que
entra, que sale. Nada más.
No son los actores quienes van a desmen-
tirlo. Gente que sale, gente que entra. Es lo
único que saben ellos también. Pero confían en
el viejo mago y les basta. Al cabo de tres se—
manas de rodaje, Bulle Ogier es incapaz de ex—
plicar el personaje que interpreta.
-—lnterpreto el papel de la hermana menor
de Delphine Seyrig. Bebo mucho y esto me
pone enferma. Sin embargo vuelvo a empezar.
Nada más. No me pregunten nada más.
Esta actitud extraña del director con relación
a sus actores tiene poco que ver con el des-
precio. Contrariamente a muchos realizadores,
Buñuel respeta y estima a sus actores. La ex—
plicación está en otra parte.
-—A los actores no tengo mucho que decir a
propósitº de mis películas. A nadie más 'tampo-
co. “Mis películas se ven, no se explican».
Plácidamente,Don Luis Buñuel niega ser un
intelectual.
—Actúo impulsivamente. La intuición tiene mu-
cha más importancia para mí que la refle-
xión. Ninguna de mis películas ha sido pensa-
da antes. Es después», al ver mi película por
primera vez, cuando me planteo preguntas.
Don Luis" Buñuel no olvida nunca que perte-
nece al clan de los grandes surrealistas.
-—Mis películas tienen a menudo una inspi-
ración irracional. Digamos que al principio estoy
impresionado por una i-magen. No me pregunto
nunca de dónde viene esta imagen. Quizá haya
nacido de un recuerdo, de una emoción, de una
palabra pronunciada por un desconocido. La
imagen está aquí y me basta. Entonces, espero.
Y la imagen se amplía dentro de mi, echa raí—
ces, se dilata, se convierte en una serie de
apariciones, de otras imágenes, hallazgos. Una
película. “El perro andaluz», no era más que
esto. Una colección de imágenes.
Apartado de los técnicos y de los actores,
Don Luis Buñuel se instala ante una mesa en la
que se encuentra un aparato de televisión. Mete
la cabeza debajo de un paño negro que le va
a aislar del mundo. Enchufa los micrófonos del
casco que le conecta con la pequeña pantalla y
. con una precisiónde relojero suizo, Don—Luis
Buñuel va a decidir del menor movimiento de
sus actores. Algo disminuida por el velo negro,
la voz del anciano exige pausadamente:
' —-Señor Cassel, la cabeza un poco más alta,
por favor. Bien. Delphine, levante un poco más
la polvera y baje los ojos unos segundos más
tarde.“ Gracias, _ Sra. Chabrol, me gustaría que
marcara una corta pausa antes de acercarse a
esta mesa. Esto es. Ultimo ensayo y rodamos.

VOLUPTUOSIDAD SUPREMA
A pesar de estos métodos poco Ortodoxos, no
existe ningún actor que no sUeñe en rodar por
lo menos una vez en su vida con Buñuel. Por
su lado, Buñuel no solamente estima y respeta
a sus intérpretes, sino…que los quiere. Entre
Don Luis y sus- actores, largas amistades se.
traban, más lógicas que el amor, menos tur—
bias que las pasiones. A veces un flechazo une
a Buñuel con una de sus actrices para siem-
pre. De ahí nace una larga fidelidad en el tra-
bajo, de la cual el cine se beneficia. Catherine
Deneuve es el ejemplo típico de una de estas
pasiones.
Se convirtió en la actriz abuñueliana» por ex—_
celencia. Hablando de ella, Buñuel roza un li-
rismo que no es habitual en él: “Bella como
la muerte, seductora como el pecado, fría como
la virtud». En boca de un español, el cumplid
tiene valor. , -
Animada por una voluntad indomable, dura y
cortante como el diamante, maleable e inaltera—
ble como el oro, Deneuve se convierte en un
material precioso en manos de Buñuel. Durante
el rodaje de aTristana», la primera pelicula que
rodaba bajo la dirección de Buñuel, todo el mun-
do se dio cuenta en el plató que asistían al en-
cuentro único entre dos seres excepcionales.
Con una sola mirada, una sola palabra Buñuel
y Deneuve se habían conocido. de cierta manera
como seres iguales.
-—¿Rodar con Buñuel? Para una actriz que
cree en su oficio, es la voluptuosidad suprema.
¿Radar de nuevo con él? Cuando quiera, donde
quiera y lo que quiera.
En boca de una mujer que sabe leer sus
contratos, estas frases no tienen precio.
Los hombres cuando hablan de Buñuel son
más concisos.
—-Es un hombre de una gran bondad, que se
tiene que querer.
Porque es bueno —una bondad muda como
la de San Francisco de Asís—. '

BUÑUEL Y LOS NINOS
Don Luis confiesa que la infancia le fascina.
—-La niñez es el momento en que se juega
el destino.
Hay niños en casi todas las películas del
viejo maestro. No es nunca por casualidad. -Le
charme discret de la Bourgeoisie» es también
juzgada por la mirada despiadada de un niño.
-—El ojo de un niño ve siempre el mundo tal
como es en realidad.
Con los niños, Don Luis Buñuel, tan reserva-
do con los adultos, tan taciturno pornaturale-…
za, sabe mostrarse particularmente dulce, casi
tierno. Su cámara los roza, los acaricia, sin ja-
más inquietarlos. Sucede a menudo que dirigir…
a un niño—actor resulta extremadamente difícil.
En estos casos particulares, la paciencia de Don
Luis no tiene límites. '
Durante una escena del rodaje de la película
de charme discret de la Bourgeoisie». el niño
elegido por el director no conseguía actuar como
se lo pedía. Después de innumerables ensayos.
el—équipo estaba cansado y-el niño al borde de
las lágrimas. Entonces, Don Luis con una calma
imperturbable, salió de debajo de su velo negro
y se acercó hacia el centro del plató. Allí, en
silencio miró al niño en los ojos y sin levantar
la cabeza pidió a todo el mundo que saliera.
Desde lejos pudimos ver al anciano hablando
en voz baja'con el niño, una mano en su hom-
bro. Lo vimos dar unos pasos con él, cogi-
dos del brazo como dos viejos amigos. e
repente, el niño se echó a reír. Don Luis tam—
bién. Tres minutos más tarde, la escena estaba
rodada como quería. '
—Es un ser benéfico ——me dijo uno de los
maquinistas—. En todas partes deja “vibra-
diones» positivas.

VIVIR su sueño
Buñuel posee, más que nadie. el sentido del
sueño. Se encuentran sueños en la mayor parte
de sus películas. No ¿están presentes por casua-
lidad, ni mucho menos para embrollar al espec—
tador. Son sueños terribles, llenos de furor, san-
;re y fantasmas asesinados. Sueños que dan
niedo, y fuerzan a reflexionar.
Pregunte a Buñuel: ¿cuál es el margen entre
a verdad y la mentira, entre la realidad y la
ºicción? El anciano nunca contesta este tipo
le preguntas. Para qué. Soñar su vida o vivir
¡u sueño, todo esto es tan subjetivo...
Buñuel se sirve asimismo del sueño para ha-
cer pasar lo que llama sus ubromas» y lo que
Goya hubiese llamado sus ucaprichos». En -Le
charme discret de la Bourgeoisie», un Embajador
sudamericano dice a un Coronel francés: ninfa-
mó públicamente al Ejército en su totalidad». El
Coronel da una bofetada al Embajador y“ todo
el mundo se despierta. Era un sueño. Jamás un
Embajador sudamericanº se atrevió a insultar al
Ejército francés y jamás un Coronel francés ha
dado una bofetada a un Embajador sudamerica-
no. Situación inimaginable. Pero la idea era di-
vertida, y Buñuel la soñó. Sueños también las
matanzas después de las cuales todo el mundo
sale sano y salvo, las cenas blasfemas, las vio—
laciones, los envenenamientos, los aquid pro
quo» innumerables. Son bromas. Allí, nadie pue-
de negar que Buñuel pertenece a esta España
que dio a la literatura el aLazarillo de Tormes»,
y este otro Buñuel antes de tiempo, el mistifi-
,cac'iBr, Cervantes.
Le han preguntado:
-—¿?Por qué hace cine?
Ha contestado espléndidamente y con can-
sancio: ¿
-——Para mantener la vida.
En el plató la vieja voz familiar ordena:
—-—¡%Motorl _
Y el cine vuelve a empezar. Gran cine bur—
gués. Contra los burgueses, gracias a los bur—
gueses.
JOSE LUIS DE VILALLONGA
Una exclusiVa de PERSONAS.
Reservados todos los derechos.

Publicado en la revista PERSONAS el junio de 1973

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