EL CREPUSCULO DE "MARIA BONITA"

EL CREPUSCULO DE "MARIA BONITA"
La musa de Agustín Lara se apaga



La noticia de la grave enfermedad que pa
rece aquejar a María Félix se dio por pri-
mera vez y de forma extraoficial hace
unas semanas. Se decía que la célebre ac-
triz azteca sufría una dolencia cancerosa.
Y se sospechaba que la extrema gravedad
en que se encontraba era la causa fundamen-
tal por la que pretendía tener oculta la noti-
cia. Luego, cuando pasaron los días, nueva-
mente se volvió a lanzar el rumor. Porque
era un rumor sin confirmación posible. Lo
que pasaba es que al rumor inicial se le aña-
dían algunos detalles. Por ejemplo. el de la
clínica en que habia sido diagnosticado el
cáncer: un centro médico de Houston, Texas.

Y nadie quería creérselo. Porque resulta
que a María Félix, por encima de los pelillos
a la mar que hubo que hacer a raíz de alguno
de sus divorcios, la quieren de verdad las
gentes mejicanas. Para el que más y para el
que menos de los “manitos», María Félix es
una gloria nacional, un lujo para la exporta—
ción, el esplendor de una belleza personal
que se convierte al mismo tiempo en esca-
parate de la belleza de toda una raza, more-
na, impresionante, sugestiva, estática en su
hermosura. casi como una diosa en su ingrá—
vida palidez. Una belleza que quizá no se
lleva ya, pero que ha quedado como un her-
moso símbolo de lo que fue la hermosura de
la mujer en otros tiempos.

Por eso se trataba de deformar las noticias
a fin de convertirlas cada vez en menos gra-
ves. Se decía: no, no es cáncer exactamente;
se trata más bien de un “herpes zoster» que
nadie sabía exactamente lo que era, pero que
siempre sonaba a menos dramático que la
palabra fatal del umal de nuestro siglo». 0
a veces ni siquiera se refería nadie a afec-
ción procancerigena, sino que se hablaba
más bien de una caída que la actriz había
sufrido en las escaleras de su casa. Lo que
importaba era alejar cualquier posible fan-
tasma de la imaginación de las gentes: no
llegarse a creer que la María Félix nacional
estuviera a punto de morirse para siempre.

  
MUJER ESPLEN'DI'DA
Y, sin embargo, pase lo que pase en el
más inmediato futuro, parece que éste sería
el mejor momento para hacer el balance de
una vida artística que ha llenado treinta años
del cine mejicano y que se ha convertido
en importante artículo de exportación. A Ma-
ria Félix es conveniente que alguna vez se
la trate sin calificativos. Porque desde la
perspectiva del mito ——y ella, sin duda, lo
es——, difícilmente se podrá comprender ni su
dimensión humana, ni su importancia en el
cine. Necesitamos ponerla pie a tierra, mi-
rarla hacia atrás sin ira y darnos cuenta de
que no ha sido una aparición, sino sencilla-
mente una espléndida mujer que ha sabido
estar a la altura de las circunstancias. tal
como éstas le han rodado.

Para empezar: no se llama María Félix.
sino María de los Angeles Guareña. Y nació
en legendarias tierras de Méjico. allá por la
Sonora de tantas películas del Oeste. Algu-
na vez se mitificó su infancia hablando de
que no había sido una infancia feliz, sino
todo lo contrario. Y se dijo también que ha-
bía pasado hambre y que había conocido de
cerca y en propias carnes la sucia experien-
cia de la miseria. Resultaba bonito. 0 como
un buen contraste ante el lujo y fascinación
que tuvo después la vida de María Félix.
Pero parece que no se debe presumir dema-
siado acerca de esta supuesta miseria en la
vida de infancia de María Félix. Sin haber
sido una niña rica, sí parece que fue la hija
de una familia bastante numerosa y discreta-
mente abastecida.


—La niñez marca a la gente. sin duda algu-
na. Pero mi infancia fue una de esas infan-
cias felices y cómodas que apenas si dejan
otra huella que la del buen recuerdo. Porque
durante ella gocé de los momentos más sim-
ples y hermosos de mi vida: mis padres,
mis hermanos, los amigos del colegio…

Sin hambre, naturalmente. En declaracio-
nes ante la TV mejicana del Canal 4. María
Félix destruía todavía no hace mucho tiempo
ese mito de la triste infancia que le habian
colgado. Nunca ha padecido otro hambre
físico que el que se derivaba de sus terribles
dietas cuando sospechaba que tenía que
adelgazar. Tuvo pan en abundancia, y frijoles,
y ataquitos» en abundancia. Y hasta una
buena educación que en los años treinta ya
la había preparado suficientemente para dar
el salto a la fama y al cine.


—Lo que si tuve siempre fue hambre de
soledad. Me confundía un poco el mundo de
gente que empezó a rodearme cuando llega—
ron mis primeros triunfos. Creo que muchas
de las cosas que haya podido hacer mal en
mi vida pueden deberse en parte a esta es-
pecie de coacción que me producía la gente.
Y no porque le tuviera miedo, sino porque
me sentía como atada.


Miedo no, evidentemente. María Félix fue
bastante decidida desde niña. A su tempera-
mento voluntarioso y emprendedor. quizá le
ayudó bastante el hecho de haberse educado
casi exclusivamente entre hombres. Sus her-
manos -—que eran bastantes— no le podían
enseñar a jugar con munecas. Y las muñecas,
por eso mismo, nunca le gustaron.


—Ahora dicen que tengo detalles hom-
'brunos. ¿Cómo no los voy a tener? La infan-
cia marca. ya está dicho.

  
SER O NO SER
El primer hombre que le dijo a María Félix
lo hermosa que era. no hizo más que abrir
la larga serie de piropos que desde entonces
han llovido sobre la actriz. Ella suele recor-
dar aquél en que un español le dijo que era
-deforme. porque tenía los ojos más grandes
que los pies». En algún sitio he leído que
se lo dijo un periodista ingenioso. En algu-
na parte también he leído unas declaraciones
de María Félix, en que dice que no, que no
" fue un periodista relamido, sino un albañil
menestral que se lo gritó desde un andamio.
Lo importante, en cualquier caso, es que se
la llamó guapa porque realmente lo era: una
belleza agresiva y calma a la vez, escultural
e insinuante, con inmensos ojos, con esbel-
tez de estatua griega. A sus cincuenta y tan-
tos años todavía ha estado en la*feria de
San Isidro y ha causado sensación en el
tendido de la plaza de las Ventas. Desde niña
se lo dijeron los profesores del colegio, y

Arriba. la fascinante actriz azteca María Félix
el día que se casó con Jorge Negrete. Seis
semanas antes. Maria Bonita había anunciado
su boda con el actor argentino Carlos Thomp-
son. Foto contigua, María Félix, el 6 de diciem-
bre de 1953, cuando acompañó los restos mor-
tales de Negrete a la ciudad de Méjico. Fue
su tercer marido. Abajo, con Agustín de Anda
y su hijo Raúl.

los familiares, y los amigos, y todos los
amores y enamorados que ha tenido después.


—Ahora ya hasta yo misma me lo creo.
Y actúa un poco como tal guapa oficial,
que es lo que le ha restado bastantes sim-
patías. ¿No se cuenta, por ejemplo, que una
noche dejó plantado durante más de dos
horas al bueno de don Jacinto Benavente, que
la esperaba para el estreno*de su película
xLa noche del sábado»? ¿Y en otra oportu-
nidad no dejó también en blanco a don Al-
varo Domecq, que le había preparado un aga-
sajo en Perico Chicote? ¿Y no ha sido cruel
y cursi con los periodistas negándose du-
rante horas y horas a conceder una discreta
y cortísima rueda de prensa?


Hacia 1942, cuando empezó a trabajar en
cine, habría dado cualquier cosa porque al-
guien hubiera dicho en la prensa que uaque-
lla muchachita de "El peñón de las ánimas"
podría llegar lejos». Porque la María Félix
que comenzó a trabajar con Miguel Zacaría
y Fernando Palacios no era aún, ni mucho
menos, la que consagraría años más tarde
el Indio Fernández en la mejor etapa que


en conjunto ha tenido el cine mejicano. Fue
el mismo Palacios quien de alguna manera y
a contracorriente adivinó que María Félix
tenía talento además de belleza, que no era
imposible convertirla en una actriz estima-
ble y en un ídolo nacional. “La mujer sin
alma», donde empezaba ya su juegº dra-
mático de fémina turbulenta y fatalista, de-
jaría entrever esas posibilidades como mu-
cho más cercanas de lo que al principio se
había supuesto. Tres años más tarde, Emilio
Fernández la convertiría ya en la estrella de
uEnamorada». Gabriel Figueroa. un auténtico
preciosista de la cámara, se convirtió en el
fotógrafo oficial de María Félix. Y vinieron
a continuación uRío escondido» y uBelleza
malditan. María Félix, consagrada ya, estaba
lista para correr el mundo. En España, por
ejemplo, la podían esperar Cesáreo Gon-
zález con cuenta en blanco en el Palace y
varios títulos en cartera. En Italia trabajaría
con Yves Ciampi en —Los héroes están can—
sados—. En Francia le tocaría el premio gordo
de Renoir con el fabuloso -French Can-Can».
Y luego picotearía cine importante al lado
de Ismael Rodríguez, de nuevo Emilia Fer-
nández, el Bardem de (Las sonatas» y el
Luis Alcoriza de -La casa de cristal». '


TEMPESTAD AMOROSA
Pero María Félix actriz quizá sea menos
popular que María Félix escándalo. -El pro-
totipo exacto de la mujer turbulenta y apa-
sionada, totalmente dedicada al amor» que
quisieron hacer de ella algunos de los di-
rectores con que trabajó, respondía bastan-
te al -tempestuoso carácter sentimental de
la mujer. María Félix, increíble belleza clá-
sica, dejó todo clasicismo a la hora de sol-
tarse el pelo para —vivir su vida». Era muy
joven aún cuando se casó con Raúl Alvarez,
uno de los componentes del famoso trío
Calaveras. Si se le pregunta a ella por qué
se divorció, posiblemente levantará los hom-
bros sin dar importancia al hecho o se asom-
brará de que se le pregunte. Cuestión de
talante. probablemente. Como fue cuestión
de talante también el anuncio de su com-
promiso sentimental con el pobre de Agustín
Lara, un enamorado de vieja escuela. un
sentimental hasta los tuétanos. La amó siem-
pre. Y le dejó el largo homenaje de aMaría
Bonita: y de las románticas evocaciones de
-aquellas noches de Acapulco—.

Hasta que llegó el cansancio de tanta
belleza. María Félix dijo entonces que quien
por el momento le serbia el seso era Car-
los Thompson, guapo mozo argentino. Pero
que no 'se quería casar con él. sino con
Jorge Negrete de su mejor momento: buen
galán, querido en todo Méjico, con cancio-
nes para dar y vender, con millones en sa-
tisfacción de todos los caprichos. (No, Ma-
ría Félix nunca ha sido arrivista. Lo dice
ella. Pero hay sospechas de todo lo con-
trario.) Jorge se murió cuando nadie lo
esperaba. Y María Félix lloró hacia dentro,
porque hacia fuera ha llorado pocas veces.

Luego, ya en el buen declive de sus cin—
cuenta años, este cuarto matrimonio con
un francés joyero y millonario que tiene, ade—
más, el título de conde D'0rnano. La fla-
' manta señora de Alex Berger puede permi-
tirse el lujo de usar collares -hippies». pero
en oro. Y llevar una vida fastuosa, que va
de Méjico a París con facilidad y que puede
detenerse en España para seguir los pasos
de un torero o para darse una vuelta por el
Corral de la Morería.

No. ya no hace cine. Tampoco protagoni-
za grandes escándalos. Hasta parece que se
bate en retirada con dignidad de gran se-
ñora. Y es que tiene estilo, no cabe duda.
Y un hijo de veinticinco años que dicen que
va a ser un buen actor. Méjico puede per-
der a su mito cualquier día. Y el cine tam-
bién se verá obligado a cerrar una puerta
más en la larga galería de las legendarias
vampiresas.

Publicado en la revista "Personas"  el marzo de 1973

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