VEINTE AÑOS DESPUES
Hay que ser optimistas. Hay que confiar en que los anunciados reajustes en la programa-
ción de Televisión Española sirvan, efectivamente, para ofrecernos, cuando menos, un tanto
por ciento imprescindible entre lo aceptable y lo brillante. En suma, calidad.
Los últimos hallazgos de Televisión Española han sido, evidentemente, fracasos rotundos.
Como muestra, el fenecido Palmarés, programa en el que, bien mirado, se intentaba salvar,
tan peregrinamente, a base de sus presentadoras, cuando bien elemental resulta que un
programa ha de tener su calidad en el fondo mucho más que en la forma. Una presentadora
puede hacer su trabajo regular, pero el programa ser excelente.
Creemos que después de veinte años, Televisión Española debería haber alcanzado la
mayoría de edad. Tristemente, no es así. Los fallos son excesivamente numerosos. Como
síntoma más que elocuente, tenemos el que, en los controles de audiencia, El Cine» (es
decir, la competencia televisiva) ocupe primeros lugares.
¿Por qué? Puede que en Televisión Española exista un excesivo mar de fondo interior.
Quizá la preocupación por hallar puntos aceptables y brillantes no ha preocupado demasiado.
Es el peligro grave de trabajar, de idear sin competencia.
De ahí que, tal vez, y precisamente por ello, a la hora de querer cubrirse las espaldas,
Televisión Española haya recurrido a resortes elementales, casi radiofónicos, como los concur—
sos. No era difícil presumir que "Un, dos, tres" habría de lograr audiencia popular. Pero no
por su calidad televisiva. Para empezar, el concurso citado es un programa que en más de una
ocasión roza o entra de lleno en la horterada. Asimismo, es más palabra que imagen. Y cuando
se intentó equilibrar la desproporción, nos salieron con aquellos pastiches de la pareja en
misión imposible. No.
Por si fuera poco, ahí queda la disociación entre el primero y el segundo canal.
Tras veinte años, hay que exigir mucho más. No son los tiempos del Paseo de la Habana.
No olvidemos, en la totalidad del contexto televisivo, la superabundancia de publicidad.
Momentos hay en que llega a ser alienante.
No sólo por su cantidad, que también por su forma.
Porque, asimismo, la publicidad televisiva ha perdido la calidad media de que no hace
tanto gozaba. Los publicitarios españoles tienen fama y prestigio. Tienen talento. ¿Qué
sucede, entonces? Alguno de estos publicitarios a quienes hemos preguntado nos confiesa,
casi abochornado, que la culpa no es de ellos, sino del cliente. Al parecer, el cliente, que es el
que paga, claro, llega a la agencia con su idea preconcebida. No se pone en manos de la
agencia, sino la agencia en manos de él. Los resultados son catastróficos, sobre todo en los
spots dirigidos a las amas de casa.
Locución en imagen, en la mayoría de los casos, dan la impresión de que se dirigen a amas
de casa taradas. La publicidad, a más efectiva, debe ser bella. Sobre todo en televisión. Si no
es bella, o inteligente al menos, dejará de ser efectiva. No son pocas las mujeres que
protestan, que ya odian esos mensajes dirigidos a ellas desde la pequeña pantalla. Porque son
mensajes como para subnormales.
Claro que de la calidad de la publicidad no es culpable Televisión Española. Pero es que,
sumando una cosa con la otra, puede que lleguemos a encontrarnos con un panorama
televisivo alucinante. Después de veinte años.
Publicado en la revista Play Lady en noviembre de 1976
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